Cuando lo que da vergüenza poner en un curriculum debería ser motivo de orgullo

Hoy he tenido que actualizar mi CV, para enviarlo a una universidad española.

Hacía mucho que no tenía que mandar uno, demasiado quizás, pero hoy las cosas han sido muy diferentes.

Tras formarme a un alto nivel jurídico durante mi etapa académica (licenciatura en Derecho, Curso especial sobre Práctica Forense Penal y Procesal Penal, Magister en Ciencias Penales, Criminológicas y Penitenciarias, formación en Oratoria y Argumentación Jurídica, estudios en Ciencias Políticas, etc.) preparé Oposiciones a la Carrera judicial y Fiscal durante más de cuatro años.

En 2011, con la incertidumbre de nuevas convocatorias debido a la crisis económica que vivía el país, dejé las oposiciones y no conseguí un puesto de trabajo en ningún despacho de abogados. A pesar de que lo intenté, nunca me llamaron de ninguno. Así de real y duro.

Pero ese mismo año, también venía al mundo mi hijo, el motor de mi vida.

No pretendo engañar a nadie: que la maternidad sea bonita, no quiere decir que no conlleve renuncias, y las renuncias duelen. Yo en ese momento me veía abocada a renunciar a ejercer la abogacía y la Criminología y me dolía cada día, porque sentía que mi CV perdía valor. Perdía la esperanza y sí, lo reconozco, me daba mucha vergüenza decir que no trabajaba.

En esas largas mañanas y tardes, de invierno especialmente, criando a un bebé y, después, a un niño, me acompañaba casi a diario mi padre, el mejor del mundo, el que nunca me ha soltado de la mano y que siempre ha creído en mí. Cuando nació su nieto estaba recién jubilado, y a él le parecía que poder disfrutar los tres juntos cada día era lo mejor que le había pasado en su vida; y así me lo repetía constantemente. Mi madre habría hecho exactamente lo mismo por mí, pero en aquella época todavía le quedaban varios años de ejercicio profesional.

Y mi padre tenía toda la razón: “¡Qué suerte hemos tenido!”. Lo que parecía, porque lo era, una renuncia era, en realidad, una posibilidad que teníamos, y que no mucha gente tiene, de disfrutarnos y aprender de cada uno. Estaba criando a un hijo y, a la vez, acompañando una vejez, porque apretándonos mucho el cinturón, nos lo podíamos permitir y ésa es una oportunidad que no tiene mucha gente.

Hoy, al actualizar mi CV, me he sentido muy orgullosa de haber remontado, de no haberme rendido, de renunciar solo por el tiempo que ha hecho falta, de no haber dejado nunca de formarme, de mantenerme actualizada y lo he querido plasmar así en el mismo, sin paños calientes.

Los años que parecen vacíos en mi CV, casi diez, son seguramente los más entrañables de la vida de mi hijo, de mi padre y, por tanto, los míos. Los menos vacíos de nuestra existencia. Nada de lo que hoy es mi proyecto “Origen del mal” habría sido posible sin todos esos años dedicados a mi familia.

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